La mujer revelada por Dios
—contemplación—
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Contemplación inspirada por la conferencia |
A mi hija Ana María Zavala Mc Carthy de Kozuch |
Xavier Zavala Cuadra
El título
Aunque un buen título es el que anuncia o introduce suficientemente bien lo que el artículo contiene, es probable que la palabra "contemplación" de este título requiera, ella misma, explicación. Contemplar es ver gozando. Contemplar el mar es gozar el mar al verlo, oírlo, olerlo, pero contemplar lo que Dios ha revelado sobre la mujer es un acto en el que no interviene ni nuesra capacidad de ver, ni nuestra capacidad de oír, ni nuestra capacidad de oler; es un acto en el que no intervienen nuestros sentidos; es un acto de la razón, sólo de la razón.
La razón puede exponer razones para demostrar algo, o puede ordenar y relacionar ideas para llegar a una conclusión, o puede simplemente gozar lo que conoce. Una forma de hacerlo es lo que llamamos contemplar o admirar.
Esto es lo que hace mi razón en este escrito. No busca demostrar nada, no busca llegar a ninguna conclusión. Busca gozar lo que Dios ha revelado sobre la mujer, busca admirar lo que Dios ha revelado sobre la mujer.
Sin embargo, debo añadir que, al escribir sobre este gozo y sobre esta admiración, también estoy invitando a otros —mujeres o varones— a que hagan lo mismo, a que también ellos contemplen lo que Dios ha revelado sobre la mujer. Lamentablemente, la actividad contemplativa de la razón parece hoy tan fuera de uso como está fuera de uso que los varones se descubran la cabeza al saludar a las damas o les cedan el asiento en los lugares públicos.
También confieso que debo a la doctora Alice von Hildebrand esta contemplación mía porque las palabras que le oí en su conferencia me llevaron a ella.
Causa material, causa formal, causa eficiente
Con el concepto de "causa" —herramienta de análisis racional de Aristóteles— entiendo mejor lo que la señora von Hildebrand dijo. En Aristóteles el concepto "causa" abarca más verdades que las abarcadas en la palabra "causa" de hoy. En Aristóteles, "causa" es todo lo que influye en que una cosa sea lo que es. ¿Qué hace que esta mesa de madera sea esta mesa de madera? Su "causa material" es la responsable de que su materia sea madera. Su "causa formal" es la responsable de que esta madera tenga la forma y las características propias de esta mesa. Su "causa eficiente" es el carpintero que hizo esta mesa.La narración del Génesis cuenta (sin usar la palabra "causa") que la "causa material" del primer hombre varón fue el "barro", es decir, la "materia común" al resto de la creación visible. La "causa formal" es lo que hizo que este barro tuviese las formas y características propias del "hombre varón". La "causa eficiente" fue Dios Creador, quien hizo que todas estas cosas existiesen y quien, al final, "sopló en su nariz un aliento de vida" y lo transformó en persona, en persona imagen suya, en persona semejante a Él.
¿Y la mujer? Alice von Hildebrand nos hace ver que la narración del Génesis pone a la mujer en otro nivel. La "causa material" de la primera mujer no fue el barro sino el cuerpo de Adán —cuerpo de persona, cuerpo de quien ya es imagen de Dios, cuerpo de quien ya es semejante a Dios. No es lo mismo barro que cuerpo de semejante a Dios. La narración del Génesis nos hace ver que —digámoslo así— Dios tenía decidido utilizar mejores materiales para la mujer.
¿Por qué esta preferencia? ¿Por qué esta discriminación? Porque preparaba a la que iba a ser su madre —el ser humano perfecto. Preparaba el modelo para todos los hombres de todos los tiempos, mujeres o varones.
"Sed fecundos y multiplicaos" (Gén. 1:28)
Cuando el primer hijo salió de Eva, ella, la madre, exclamó: "¡He procreado un varón, con la ayuda del Señor"! (Gen. 4:1). La gran gloria de Eva era haber procreado un ser humano y haberlo hecho con la ayuda de Dios mismo.
El Génesis parece estarnos diciendo que la mujer intuye de algún modo lo que es ser madre y, entonces, comprende quién es ella. Entonces comprende que ella es más de lo que parece. Entonces comprende que es la escogida para colaborar con Dios mismo en algo tan divino como crear hombres nuevos. Y comprende que solo ella pudo ser escogida para ser madre porque solo ella tiene lo que hace falta, solo ella puede concebir a quien es persona-imagen de Dios, solo ella tiene cuerpo para ser su morada, solo ella tiene cuerpo para ser su alimento; solo ella tiene espíritu para entregar a su hijo al mundo como don muy propio de ella, solo ella tiene espíritu para ser la madre de esa persona eternamente.
¿Qué nos enseñan todas estas verdades? Nos enseñan otra verdad, la que resume todas las anteriores:
La mujer es de Dios,
sagrada,
puesta aparte,
merecedora de todo nuestro respeto.
Ahora bien, para comprender esta verdad —resumen de las anteriores— es elemental que la mujer se reconozca mujer y que el varón se reconozca varón; que la mujer reconozca al varón como varón porque es varón; que el varón reconozca a la mujer como mujer porque es mujer. Sin estos reconocimientos elementales nuestra tierra se está pareciendo a lo que fue al principio: "la tierra era caos y confusión" (Gén.1:2).
Interpretación errada de la Ley de Moisés
El error consiste en creer que la ley obligaba a las madres a "purificarse" porque ser madres las dejaba "impuras". Lo menciono aquí para que no nos confunda, pues contradice en su raíz la gloria de Eva: haber procreado un ser humano con la ayuda de Dios.
Usemos, primero, nuestra capacidad de razonar y preguntémonos si tiene algún sentido afirmar que las madres quedan "impuras" precisamente cuando colaboran con Dios mismo en hacer nuevos hombres.
Segundo, veamos cómo interpreta esta misma ley el evangelista san Lucas al narrarnos que María y José viajaron con el Niño para presentarlo en el templo.
San Lucas nos informa que los tres viajeros, antes de viajar para presentar al niño, ya se habían "purificado" los tres, ya los tres habían cumplido con la Ley de Moisés.
¿De qué se purificaron? ¿En qué consistía su "impureza"? San Lucas no lo dice porque supone que sus lectores lo saben. Tal vez debemos sustituir estas preguntas con esta otra: ¿Qué entendían los antiguos israelitas cuando decían o escuchaban las palabras que han sido traducidas al castellano como "impureza" o como "purificación"?
Preguntémosle a otro personaje de la Biblia. Preguntémosle, por ejemplo, a Isaías.
La "impureza" de Isaías fue haber visto a Dios. Es muy difícil para nosotros comprender que andar cerca de Dios es irrespetar a Dios, pero Isaías lo comprendió así y se sintió perdido. ¿Qué podía hacer?
"Entonces voló hacias mí uno de los serafines con una brasa en la mano...y tocó mi boca y dijo:
'He aquí que esto ha tocado tu labios:
se ha retirado tu culpa, tu pecado está expiado.'
Y percibí la voz del Señor que decía:
'¿A quién enviaré? ¿Y quién irá de parte nuestra?'
Dije: 'Heme aquí: envíame.'
Dijo: 'Ve y di a ese pueblo... ' (Is. 6:6-9)
Más que la boca quemada por la brasa —potente imagen para el que va a ser boca de Dios en Israel— la purificación de Isaías fue bajarse hasta su muy humilde "heme aquí: envíame", que nos recuerda el "hágase en mí según tu Palabra" de la que, así, llegó a ser la MADRE DE DIOS.
La mujer es misterio
La mujer es un "misterio". "Misterio" con raíces en dos grandes Misterios, el de la Encarnación del Hijo y el del Nacimiento del Hijo, ambos manifestaciones supremas del darse de Dios.
El de la Encarnación es asombroso —en parte— por haber sido permitido por una mujer.
El del Nacimiento es asombroso —en parte— por haber sido obra de una mujer: ¡Dios y madre dando y dándose simultáneamente, Dios y madre dando y dándose conjuntamente!
Sin "esta mujer" no hubiese existido encarnación del "Hijo". Sin "esta mujer" no hubiese existido nacimiento del "Hijo", no hubiese existido Jesús de Nazaret, ¡"nacido de mujer"! (Gal. 4:4). Pensando en "esta mujer" fue creada la mujer.
El lugar y el tiempo del "soplo" de Dios
Aunque tal vez ya ha sido dicho de otro modo en esta contemplación de lo que Dios nos ha revelado sobre la mujer, para no perder nada conviene insistir en lo que Alice von Hildebrand insistía: ¿dónde y cuándo ocurre lo que el Génesis llama el "soplo" de Dios?
En la creación de Adán y Eva el "dónde" fue "en el Paraíso" y el "cuándo" fue "en el principio".
En cambio, en el caso de todos los nacidos por obra de mujer y de varón, el "cuándo" fue al comienzo mismo de cada uno de los seres humanos y el "dónde" fue en el vientre de su madre.
Ahí, dentro de la mujer, es donde Dios actúa. Ahí, dentro de la mujer, es donde crea otra vez.
Ahí, dentro de la mujer, es donde su poder transforma en hombre lo que antes era sólo animal vivo.
Ahí, dentro de la mujer, es donde su poder nos siembra la semilla de ser conscientes.
Ahí, dentro de la mujer, es donde su poder nos siembra la semilla de ser responsables.
Ahí, dentro de la mujer, es donde su poder nos siembra la semilla de ser libres.
Ahí, en el vientre de la madre, también hay "una zarza que arde sin consumirse", como la de Moisés (Ex 3:5).
Ahí también hay que quitarse las sandalias porque es lugar sagrado.(1) La doctora Alice von Hildebrand, filósofa y teóloga católica, profesora y escritora, nació en Burselas, Bégica, el 11 de marzo de 1923, murió en New York, Estados Unidos, el 14 de enero de 2022. En 1940 llegó a los Estados Unidos, ya en 1947 da clases en Hunter College, Nueva York, más tarde, estudiante en Fordham University, conoce al profesor Dietrich von Hildebrand (1889-1977) y en 1959 se casa con él. Entre sus libros está la biografía de su esposo, The Soul of a Lion: The Life of Dietrich von Hildebrand también su Memoirs of a Happy Failure donde cuenta su escape de la Europa nazi y su experiencia como profesora en Hunter College. La conferencia aquí mencionada fue organizada por el Institute of Catholic Culture el 17 de mayo del 2015 (http://www.instituteofcatholicculture.org/essential-elements/)
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