Reflexiones sobre mis recuerdos
A mi esposa
Ann Mc Carthy Zavala
A mis hijos,
Ana María y Francisco Xavier
* * *
Xavier Zavala Cuadra
| Indice 2. Educación intensa de mi espíritu. 3. Dones de familia. 4. Jesuita. Su formación. La que fue. |
Transformación
de la relación con mi familia
El 2 de junio de 1956 viajé en avión de Managua a San Salvador para ingresar al Noviciado que entonces tenía la Compañía de Jesús en una casa anexa a la Iglesia del Carmen, en la avenida Manuel Gallardo, de la ciudad Santa Tecla.
De ese vuelo recuerdo haber observado y admirado la gracia y el donaire con que las azafatas se desplazaban de un lugar a otro atendiendo a los viajeros, a pesar de los altos tacones que usaban. En cambio, no recuerdo haber bajado en Tegucigalpa, como probablemente hicimos pues creo que, en aquel tiempo, los vuelos sobre América Central se hacían saltando de ciudad capital en ciudad capital.
Desde temprano de ese día estaba muy consciente de que dejaba "mi casa", un lugar "muy mío" según creía entonces. Era la morada de mis abuelos, Octavia Arévalo Lacayo y Eulogio Cuadra Pasos; también morada de su hija —mi madre— María Asunción Cuadra Arévalo; había regresado de estudiar en Bruselas, en París y en Londres; también moraba allí mi hermana, Anita Zavala Cuadra, recién vuelta de estudiar en el colegio Eden Hall en Philadelphia. Estaba muy consciente de que dejaba la morada de todos NOSOTROS.
Mi abuelo había muerto tres meses antes. Tal vez fue su ausencia ese amanecer lo que trajo a mi memoria una pregunta mía y una respuesta suya: Le había preguntado cuál había sido el día más triste de su vida y me había respondido: "El día en que me despedí de mi madre y ya no la vi más".
De joven, mi abuelo estudió en París. De hombre, la política lo exilió en El Salvador, dejando en Granada a su madre y a su novia Octavia. No recuerdo haberle preguntado cómo hizo ese viaje: es posible que lo hiciese montado en un caballo. Yo cabalgaba con mi abuelo camino a las fincas y, ya en los potreros, me divertía arriando el ganado como veía hacerlo a los vaqueros en las películas de vaqueros.
Para este viaje mío a El Salvador, me despedí de mi abuela en la puerta de su (mi) casa porque ella siempre prefería quedarse en casa; sin embargo, los domingos, después de misa y a mitad de la mañana, salía a visitar a sus amistades; yo la acompañaba desde niño dándole la mano al cruzar las calles. Permítame el lector saltar hacia atrás, a la juventud de mis abuelos: ¿Qué hacía mi abuela Octavia cuando quedó en Granada sin su novio? ¡Se casó en Granada con mi abuelo —viviendo ella en Granada y mi abuelo en San Salvador! Lo contaba ella con orgullo: "nos casamos "por poder": un hermano suyo lo representó ante el juez y ante Dios." Casados los que estaban separados, mi abuela viajó a San Salvador. No sé cómo hizo el viaje porque nunca pensé en preguntar. Tal vez fue en carreta con bueyes. Allí vivieron por un tiempo. Después se mudaron a Tegucigalpa porque habían ofrecido a mi abuelo la dirección del Banco de Honduras. Esa mudanza explica por qué mi madre creció en Honduras.
Salto de nuevo, en el tiempo, dejando a mis abuelos y volviendo al aeropuerto de Managua. Allí me despedí de mi madre y de mi hermana; mi hermana lloraba como si me hubiese muerto. También me despedí de algunos parientes y amigos, entre ellos Mario Chamorro Carazo, compañero desde los tiempos de juegos de niños, compañero de cacerías de palomas, de patos, de conejos, de venados, incluso de un tigrillo en las montañas de Matagalpa al que buscamos guiados por campesinos del lugar temerosos de que el tigrillo les matara a sus terneros. Al despedirse, Mario me dijo con cara muy seria: "Yo voy a seguirte". Probablemente mencionaré a Mario de nuevo más adelante, con motivo de otra despedida y de otro encuentro.
El viaje del que estoy hablando
fue el comienzo de una separación aparente
en mi familia.
¡Apariencia!
La distancia puede ser un concepto físico sin sentido
cuando se es espíritu.
La distancia separa solo las materias,
no separa a los que son también espíritu.
Más bien los une,
como ocurre con los partos
que unen más que antes a las madres con sus hijos.
Las separaciones —entre espíritus— transforman
—SUMAN—
como sumó en la separación del Redentor y de su Madre.
Educación intensa de mi espíritu
El viaje del que hablé fue el comienzo de la educación intensa de mi vida espiritual.
Digo "comienzo" para distinguir "lo nuevo" de "lo acostumbrado". "Lo nuevo", sin embargo, no fue tan diferente, pues tuvo mucho de continuación: yo seguía tratando de educarme y tratando de dejarme educar por los que saben. Creo que lo diferente fue la importancia que se daba a la educación del espíritu.
¿A que "espíritu" me refiero?
Al que soy.
Al que fui desde mi nacimiento.
Al que sigo siendo.
Durante mi infancia y durante la primera parte de mi juventud —de algún modo— iba sabiendo que mi "cuerpo" no era mi "espíritu"; que "vida del cuerpo" no era "vida del espíritu". Lo fui sabiendo por lo que veía hacer y oía decir a mi madre y a mis abuelos maternos en su casa en Granada. Lo fui sabiendo por lo que veía hacer y oía decir a mis abuelos paternos en su casa también en Granada (mis padres se habían separado y mi padre vivía en Washington, D.C). Lo fui sabiendo por lo que veía hacer y oía decir a las monjas italianas de mi kinder y primer grado, en el Colegio María Auxiliadora, y a las monjas francesas de mi segundo grado en el Colegio Francés, ambos colegios también en Granada. Igual me aconteció con los jesuitas durante mis 9 años en el Colegio Centroamérica, cuando ese colegio todavía era Granada, cuando a todos —a educadores y a alumnos— durante el día nos daba al sol en la cara. Cuando en la noches era perfectamente visible sobre nosotros y sobre el lago, la Vía Láctea.
Dije "noviciado". "Novicio" es alguien nuevo en algo. "Novicios" o "novicias" son personas, generalmente jóvenes, que comienzan a aprender alguna habilidad, algún arte, alguna profesión, alguna forma de vida; curiosamente, sin embargo, el alcance conceptual de la palabra "noviciado" se ha reducido a casa donde habitan los que comienzan a aprender las costumbres de vida de "órdenes religiosas" (como la orden de los dominicos) y de "congregaciones religiosas" (como la congregación de los salesianos de don Bosco). Creo que las agrupaciones religiosas más recientes no usan "noviciados" o no usan la palabra.
Dije "educación del espíritu". ¿En qué consiste la "educación del espíritu? Al pensar mi respuesta a esta pregunta, comprendí que sería útil hacerme antes otras preguntas:
¿Cuál es la diferencia entre educar al espíritu y educar al cuerpo?
¿En qué consiste la educación del cuerpo?
Frecuentemente afirmamos que tenemos cuerpo. La afirmación es comprensible, pero incorrecta y, más bien, falsa. Lo correcto y verdadero no es que TENEMOS cuerpo sino que SOMOS cuerpo. SER cuerpo es una verdad que dice mucho más de nosotros que TENER cuerpo. En honor a esta verdad reformulemos la pregunta sobre el cuerpo de este modo:
¿En qué consiste educarnos a nosotros mismos para después educar al cuerpo que somos?
Consiste en adquirir nosotros unas costumbres que nos lleven a que el cuerpo que somos pueda desarrollar todas las capacidades con que Dios lo dotó.
Observo que mi respuesta me está dando otra lección: cualquier acción educadora emprendida por un ser humano educa primero al ser humano.
Con esta lección ya puedo hablar de la educación del espíritu porque lo que dije del cuerpo lo puedo decir del espíritu:
Educar al espíritu —al espíritu que SOMOS— es educarnos a nosotros mismos.
De nosotros depende —de nuestro espíritu depende— que seamos capaces de desarrollar todas las riquezas con que Dios nos creó.
Principales riquezas
con las que Dios nos hizo "semejantes" a Él.
1. Nos hizo capaces de conocer la Verdad.
Podemos conocerla porque nos hizo espíritus. Educar nuestro espíritu consiste en estar dispuestos a buscar siempre la Verdad y en querer y saber distinguirla siempre de lo falso, de la mentira.
2. Nos hizo capaces de conocer lo Bueno.
Podemos conocerlo porque nos hizo espíritus. Educar nuestro espíritu consiste en estar dispuestos a buscar siempre lo Bueno y en querer y saber distinguirlo siempre de lo malo, de lo inmoral.
3. Nos hizo capaces de conocer la Belleza.
Podemos conocerla porque nos hizo espíritus. Educar nuestro espíritu consiste en estar dispuestos a buscar siempre la Belleza y en querer y saber distinguirla siempre de lo feo, de lo ofensivo.
++++++
¿En qué momentos de nuestra vida debemos estar particularmente seguros de saber distinguir la Verdad de lo falso, lo Bueno de lo malo, lo Bello de lo feo?
Cuando estamos decidiendo. Por ejemplo: cuando estamos decidiendo si tomamos este camino o este otro.
Estar decidiendo es estar sobre un terreno del que se sabe, de antemano, que está minado. Eva y Adán vieron muy bella la manzana, muy atractiva, muy verdadera. Vieron mal. No advirtieron la mina. Decidieron mal. Educar nuestro espíritu es saber caminar entre minas.
Educar nuestro espíritu es, esencialmente, educarnos para nuestra relación con Dios. Relación que es permanente. Relación en la que permanentemente estamos decidiendo porque Dios nos hizo permanentemente libres. Relación en la que, —también permanentemente— está presente el que nos solivianta a ser como dioses.
El misterio de la Belleza
Nuestra relación con Dios tiene, si se me permite decirlo así, como dos vertientes: la vertiente Creador-criaturas y la vertiente Redentor-redimidos. En la segunda vertiente encontramos que Dios Redentor decidió caminar por un camino en el que parece vaciarse de su divinidad o, como escribió san Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales, un camino en el que "la Divinidad se esconde".El profeta Isaías nos describe ese vaciarse, ese esconderse:
Creció como raíz de tierra árida. Sin apariencia, sin presencia, sin algo estimable.
Despreciable, desecho de hombres, varón de dolores, ante quien uno prefiere mirar a otra parte.
¡Eran nuestras dolencias las que llevaba y nuestros dolores los que soportaba!
Le tuvimos por castigado de Dios, azotado, humillado.
Soportó el castigo que nos trae la paz.
Con sus cardenales hemos sido curados.Todos nosotros erramos como ovejas, cada uno marchó por su camino,
y Yahveh descargó sobre él la culpa de todos nosotros.
Fue oprimido, él se humilló y no abrió la boca.Como cordero era llevado, como oveja muda ante los que la trasquilan.
Isaías 53: 2-9. Transcripción libre.
¿Qué nos dice a los redimidos el Dios Redentor? ¿Qué nos dice al haber escogido vaciarse para redimirnos? ¿No es que algo así tiene que ser el camino de los cristianos redimidos? ¿No es exactamente ESO lo que dijo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame"?
Y, si de los dos primeros grandes dones de Dios al hombre —ser capaces de conocer la Verdad y ser capaces de conocer el Bien— saltamos al tercero —ser capaces de conocer la Belleza— ¿cómo conciliamos la inesperada e incomprensible descripción de Isaías con la comprensible, admirable y admirada estética griega? Los antiguos griegos —los que fueron capaces de reconocer la belleza del Partenón, de la Venus de Milo, de las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides— ¿habrían sido capaces de reconocer la belleza del Redentor crucificado y muerto? El teólogo y artista y santo Joseph Ratzinger respondió varias veces a esta pregunta afirmando que la estética del Dios Redentor no contradice la estética griega, simplemente la SUPERA porque es la estética del AMOR que se DA sin reservas .
"Quien es la Belleza misma, se ha dejado golpear en el rostro, escupir encima, coronar de espinas... Pero es en ese rostro tan desfigurado donde aparece la auténtica, la extrema belleza: la belleza del amor que llega "hasta el fin" y que, precisamente en esto, se revela más fuerte que la mentira y que la violencia. Quien ha percibido esta belleza sabe que la verdad y no la mentira, es la última instancia del mundo. La mentira no es "verdadera", es la verdad la que es verdadera... El icono de Cristo crucificado nos libera de este engaño tan extendido hoy. Es más, nos plantea la condición de que nos dejemos herir junto a Él y creamos en el Amor, que puede correr el riesgo de abandonar la belleza exterior para anunciar, de este modo, la verdad de la belleza"
Joseph Ratzinger: La Belleza. La Iglesia.
Traducción de Carmen Salgado.
Madrid: Ediciones Encuentro, 2006, pag. 21.
"Frutos del Espíritu Santo"
Al continuar los pensamientos sobre la educación de nuestros espíritus, sigo asombrándome al recordar que el Espíritu Santo mismo es quien está a cargo de esta educación. Nos lo enseña la Iglesia: cuando Ella identifica los resultados en nosotros de la educación de nuestros espíritus, llama a estos resultados "Frutos del Espíritu Santo".
El Catecismo de la Iglesia Católica identifica a estos "frutos" como primicias de la gloria eterna y nos presenta una lisa de doce de ellos: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad. ( n. 1832)
¿Imagino de algún modo esta fructificación del Espíritu Santo? Algunas veces la imagino como brisa imperceptible. En cambio, cuando es el arzobispo Stephen Langton el que imagina, ¡nada es imaginado en reposo! ¡todo es imaginado en actividad! comenzando por el Espíritu Santo mismo presentado como "padre de los pobres", seguido por los bienes que se nos dan como se dan los regalos: el consuelo, la luz, lo dulce, el descanso, la sombra, el frescor; seguido también por cuanto requiere ser cambiado: lo árido, lo sucio, lo rígido, lo desviado. Stephen Langton fue el arzobispo de Canterbury hasta su muerte en 1228, y el que escribió la formidable "secuencia" que se lee siempre el día de Pentecostés.
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Veni, Sancte Spiritus |
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| Ven, Espíritu Santo |
nada hay en el hombre, |
| y envía del cielo |
nada es inocente. |
| los rayos de tu luz. |
Lava lo que está sucio, |
| Ven, padre de los pobres |
riega lo que está árido, |
| ven dador de dones |
sana lo que está herido, |
| ven luz de los corazones. |
dobla lo que está rígido, |
| Consolador óptimo, |
calienta lo que está frío, |
| huesped dulce del alma, |
dirige lo que está desviado. |
| dulce refrigerio. |
Da a tu fieles |
| Descanso en el trabajo, |
en Ti confiados, |
| sombra en el calor, |
tus siete dones. |
| consuelo en el llanto. |
Premia los esfuerzos, |
| Oh luz beatísima |
da la salvación, |
| repleta lo más íntimo |
da el gozo perenne. |
| del corazón de tus fieles. |
Amén. |
| Sin tu inspiración, |
Alleluia. |
Estoy tratando de entender cómo nos educa el Espíritu Santo. Lo hago sospechando que su manera de educarnos está relacionada con la manera que tenemos los hombres de entendernos a nosotros mismos.
¿Cómo nos entendemos los hombres? Me parece casi evidente que no nos entendemos como habitantes sueltos, des-ligados, dis-gregados, sino como miembros de una familia; de una familia que tiene sus propios gustos, sus propios modos, sus propias costumbres, sus propios temas, sus propias historias, sus propios antepasados honorables, ¡también sus propios males, sus propias excusas, sus propios encubrimientos para presentarse como muy distinguidos!.
Con esta evidencia en mente, ya tengo una primera respuesta. La pedagogía del Espíritu Santo consiste, primero, en agruparnos en familias; segundo, en enseñarnos a vivir como miembros de una familia; tercero, en utilizar la capacidad de la familia de trasmitir eficazmente la sabiduría moral —natural y sobrenatural— de mujeres y varones que vivieron antes que nosotros.
¿Nos sorprende que El Espíritu Santo crea tanto en la familia? El Espíritu Santo es familia y vive en Familia. La segunda Persona de la Trinidad se encarnó hombre y creció como hombre en familia. La Iglesia es familia:
"Se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones."
"Pero el temor se apoderaba de todos, pues los apóstoles realizaban muchos prodigios y signos."
"Todos los creyentes estaban de acuerdo y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno"
"Acudían diariamente al Templo con perseverancia y con un mismo espíritu; partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y gozando de la simpatía de todo el pueblo. Por lo demás, el Señor agregaba al grupo a los que cada día se iban salvando."
Biblia de Jerusalén. Hechos de los Apóstoles, 2, 42-47
Dios, quien nos educa, no cesa de enriquecer a su Iglesia con nuevas familias —naturales y sobrenaturales— dotadas de nuevos talentos, de nuevas aptitudes, de nuevas finuras... No creo que esté de sobra recodar los nombres de algunas de estas familias que todavía existen y de las que todavía podemos decir quién las comenzó y dónde.
Las familias de la Cartuja (Chartreux) y del Cister, parecen las más antiguas. La primera fundada por san Bruno en 1084, la segunda por san Roberto de Molesmes en 1098, reformada nada menos que por san Bernardo en el siglo XII. Ambas insisten en la austeridad y en la soledad para no distraernos de Dios.
La familia de los carmelitas, que comenzó en el siglo XII en el Monte Carmelo, que ha iluminado a la Iglesia con el permanente reconocimiento de María como Madre de Dios y como Madre de nuestra vida divina; que también ha iluminado a la Iglesia con dos gigantes de la historia, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz; de ellos seguimos aprendiendo que "solo Dios basta". Y, más recientemente, otra gigante, Edith Stein, quien se distinguió buscando la verdad con sus pensamientos como profesora universitaria en Alemania —primera mujer aceptada como profesora en universidades alemanas. De mujer judía, de eminente profesora universitaria, pasó a cristiana, a católica, a carmelita de claustro, a prisionera, y a sacrificada en Auschwitz-Birkenau. Ella escribió: "Quien busca la verdad busca a Dios, sea de ello consciente o no".
La familia de los franciscanos, fundada por otro gigante, Francisco de Asís. Después de combatir en una guerra entre ciudades vecinas (su Assisi y Apulia) volvió a su ciudad cuando comenzaba a ser otro, aunque desconocía aún el camino del otro. Convivió con leprosos a los que antes no quería ni mirar. Se dedicó a reconstruir la capilla de san Damián. Según los relatos, oyó que le decían desde el crucifijo de esa capilla: "repara mi iglesia que se está cayendo en ruinas". ¿Nos recuerdan algo estas palabras?
La familia de los dominicos, fundada por el castellano Domingo de Guzmán en 1215, cuando ya era sacerdote y predicaba a los herejes cátaros en la región del Langüedoc al sureste de Francia. Con santo Domingo, la austera Castilla enseña al mundo la riqueza de la pobreza.
La familia salesiana fue fundada por Juan Bosco, sacerdote italiano (1815-1888). Lleva el nombre de "salesiana" porque el fundador quería honrar con ese nombre al santo obispo de Ginebra, Francisco de Sales, quien había invitado a la santidad por el camino de lo cotidiano y lo sencillo con amabilidad y alegría. Ese era el espíritu que don Bosco quería animase todo su esfuerzo para educar y servir a la juventud, a la juventud más necesitada,
La familia del "Opus Dei" ("Obra de Dios") fue fundada en 1928 por el sacerdote Josemaría Escrivá de Balaguer, nacido en Huesca, Aragón. Su "obra" quiere ser una llamada universal a la santidad y al redescubrimiento del valor santificador de trabajo ordinario. Juan Pablo II la reconoció como "prelatura personal" en 1982, Francisco la pasó a depender del dicasterio para el clero en el 2022.
No incluí a la familia de san Ignacio de Loyola en la lista anterior porque quería darle más tiempo y más espacio que el dado a las otras, pues fui miembro de la Compañía de Jesús por varios años y "la espiritualidad ignaciana" llegó a ser y sigue siendo, mi espiritualidad.
La espiritualidad ignaciana como "don de Familia"
La palabra"espiritualidad", que puede cubrir todo lo relacionado con la vida del espíritu, se usa también para referirse solo al modo con que una persona, pecadora o santa, se relaciona con Dios. Con este sentido dije en el párrafo anterior que la espiritualidad ignaciana llegó a ser la mía. Invito al lector a que nos acerquemos por un momento a esta espiritualidad y le ofrezco como ruta de acercamiento un párrafo escrito por san Ignacio mismo para preparar al que va a hacer sus "ejercicios espirituales".
El párrafo enseña quién es Dios, quién es el hombre, qué debe hacer el hombre frente a Dios, cómo debe usar el hombre las cosas creadas por Dios. Literalmente dice así:
Principio y Fundamento
"El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para el que es criado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar dellas, quanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellas, quanto para ello le impiden. Por lo qual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera, que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados."
He pensado que puede ayudar si reescribo todo este párrafo cambiando su presentación gráfica para que sea más entendible incluso para los ojos.
El hombre es criado para
alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor
y, mediante esto, salvar su ánima;
y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre,
y para que le ayuden
en la prosecución del fin para el que es criado.
De donde se sigue, que el hombre
tanto ha de usar dellas,
quanto le ayudan para su fin,
y tanto debe quitarse dellas,
quanto para ello le impiden.
Por lo cual es menester hacernos indiferentes
a todas las cosas criadas,
en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío,
y no le está prohibido;
en tal manera, que no queramos de nuestra parte
más salud que enfermedad, riqueza que pobreza,
honor que deshonor, vida larga que corta
y por consiguiente en todo lo demás;
solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce
para el fin que somos criados.
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Se dice que, de las grandes y antiguas órdenes religiosas, solamente la de los cartujos no ha sido reformada en siglos de existencia por la sencilla razón de no haber necesitado reforma; esos austeros y solitarios monjes no han perdido nada de lo que el Apocalipsis llama "primera caridad" (primer amor).
El tema de las reformas de órdenes religiosas me llevó a recordar lo que había leído hace unos pocos años: un importante número de jóvenes jesuitas creía que ya era impostergable la reforma de la Compañía de Jesús. Un sincero amigo y admirador de la obra de san Ignacio preguntó al padre Joseph Fessio, S.I. si esperaba que la iniciativa de los jóvenes jesuitas iba a tener éxito. El forjador de la estupenda casa editorial en California, Ignatius Press, respondió que no creía que iba a tener éxito, y explicó por qué: el mal ya ha penetrado demasiado hondo.
Imagino que el padre Fessio pide a Dios diariamente estar equivocado en este juicio suyo sobre el estado actual de la Compañía de Jesús, la que san Ignacio fundó para que fuese "la caballería ligera de la Iglesia".
Me uno a la oración del padre Fessio.
—La que fue. La original—
1.- El noviciado
La primera etapa de formación del que aspiraba a ser jesuita se llamaba "noviciado". Duraba dos años. ¿Quién era el educador? El "maestro de novicios". ¿Quiénes eran los educandos? Los que habían sido examinados y aprobados por el "maestro de novicios" para oficialmente ingresar al noviciado como posibles futuros jesuitas.
¿Cuál era la meta de estos dos años? Que el educando comenzase a familiarizarse con
el modo ignaciano de ser cristiano.
1.- "Que...comenzase..." Todo mira a la eternidad. Los dos años de noviciado son solamente un corto comienzo. El comienzo de un proyecto de vida humana-divina que termina solo con la muerte. Todo mira a la eternidad.
2.-Pensando en los educandos.
Un período de formación tan prolongado no impidió que fuese atractivo a jóvenes y adultos, pero su atracción dependía de lo que ya estaba en el corazón, dependía de lo que su corazón ya había atesorado de su vida en familia natural, dependía de si su corazón ya sabía (o medio sabía) que él era muy débil, dependía de si su corazón ya confiaba (o medio confiaba) en Dios que lo invitaba. En mi noviciado jesuita de aquel tiempo Dios estaba muy presente: entre una actividad y otra, entre el ir de un lugar a otro, era espontáneo comentar con el Padre, con el Hijo, con el Espíritu Santo. También con la Madre del Hijo.
3.-"Familiarizándose con..."
La formación o educación, de un jesuita de entonces, consistía primordialmente en "familiarizarse" con los modos internos y externos de la Compañía de Jesús, es decir, con los modos de relacionarse con Dios, con los hombres y con las cosas creadas por Dios.
Es importante recordar el sentido primero del verbo familiarizarse: no es "acostumbrarse a" o "habituarse a", sino abrirse internamente a una familia nueva, enraizada en la natural, creciendo de la natural, con el injerto de la Redención.
Formarse para ser jesuita no era formarse para inventar una Compañía de Jesús distinta, era para imitar el modo de ser Cristiano que Jesús y su Madre, enseñaron a Ignacio de Loyola; ése modo era precisamente el modo de la familia de Nazaret —la familia dirigida por María— el modo que aprendió e hizo suyo san José; el modo que fue aprendiendo y haciendo suyo el niño y el joven Jesús. El modo que han ido aprendiendo y haciendo suyo los matrimonios y las familias cristianas, para, después, heredarlo a sus hijos, para heredarles saber orar, saber dar gracias, saber pedir perdón. También es el modo de las grandes familias cristianas sobrenaturales con las que el Espíritu Santo ha venido enriqueciendo su Iglesia al abrirles espacios a lo largo de los siglos.
Hoy se las distingue con los nombres de "órdenes" y "congregaciones" religiosas, aunque ya hay nuevas que parecen no caber bien dentro de esos dos nombres. Todas ellas —si son de Dios verdaderamente— son familia, viven como familia, dan en familia, reciben en familia, se alegran en familia, sufren en familia. Sospecho que lo que se conoce como "reformas" de órdenes o congregaciones religiosas no es más que un esfuerzo hondo de algunos para que todos vuelvan a ser la familia que fueron al comenzar.
¿Qué distingue a una familia —seguidora honesta de Jesús de Nazaret? ¿Qué la distingue de cualquier otro grupo humano?
Responde Jesús de Nazaret:
"Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos". (Juan 13, 34-35)
Hay un canto muy antiguo del que, a veces, me digo a mí mismo que es un himno a la familia. Se cree que su melodía gregoriana fue compuesta antes del siglo X y que su texto anónimo viene de los primeros tiempos del cristianismo, cuando aún no se había formalizado la liturgia de lo que hoy conocemos como "misa". Sus primeros cuatro versos están en latín a la izquierda de esta página. A la derecho, su traducción al castellano.
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Ubi Caritas et Amor |
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| Ubi Caritas et Amor |
Donde hay Caridad y Amor |
| ibi Deus est. |
ahí está Dios. |
| Congregavit nos in Unum |
Nos congregó en Uno |
| Christi Amor. |
el Amor de Cristo. |
El amor de Cristo nos ha congregado a todos en "Uno". El "Uno" divino que es "PLURAL", con la pluralidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El "Uno" del que Cristo espera que cada ser humano sea un seguidor suyo diferente: el modo de ser cristiano de san Pablo fue diferente del modo de ser cristiano de san Pedro, el modo de ser cristiana de Teresa de Ávila fue diferente del modo de ser cristiana de Juana de Arco.
Desde este misterio y dentro de este misterio —el misterio de haber sido congregados por Cristo en su unidad plural— entiendo la existencia en la Iglesia de plurales familias sobrenaturales, entre ellas la familia del modo ignaciano de ser cristiano.
¿Cuál es el modo ignaciano de ser cristiano?
Prefiero no decirlo con mis palabras. Prefiero que nos lo diga el propio san Ignacio con palabras suyas y modo suyo, aunque esta preferencia me pone frente a la espinosa dificultad de escoger de entre opciones todas excelentes. Escojo un párrafo que todos los jesuitas conocen muy bien (al menos todos los de antes). Lo conocen con el nombre de Regla 11 del Sumario:
"Es mucho de advertir, encareciendo y ponderándolo delante de nuestro Criador y Señor, en cuánto grado ayuda y aprovecha a la vida espiritual aborrecer en todo y no en parte, cuanto el mundo ama y abraza; y admitir y desear con todas las fuerzas posibles cuanto Cristo nuestro Señor ha amado y abrazado. Como los mundanos que siguen al mundo, aman y buscan con tanta diligencia honores, fama y estimación de mucho nombre en la tierra, como el mundo les enseña; así los que van en espíritu, y siguen de veras a Cristo nuestro Señor, aman y desean intensamente todo lo contrario: es a saber, vestirse de la misma vestidura y librea de su Señor, por su debido amor y reverencia; tanto que, donde a la su divina Majestad no le fuese ofensa alguna, mi al prójimo imputado a pecado, desean pasar injurias, falsos testimonios, afrentas, y ser tenidos y estimados por locos, no dando ellos ocasión alguna de ello, por desear parecer e imitar en alguna manera a nuestro Criador y Señor Jesucristo, vistiéndose de su vestidura y librea, pues la vistió él por nuestro mayor provecho espiritual, dándonos ejemplo que en todas cosas a nosotros posibles, mediante su divina gracia, le queramos imitar y seguir, como sea la vía que lleva a los hombres a la vida."
Como hice cuando cité el párrafo "Principio y Fundamento" de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio, voy a re-escribir toda esta "Regla 11" cambiando solamente su presentación gráfica para que sea más asimilable incluso para los ojos.
"Es mucho de advertir,
encareciendo y ponderándolodelante de nuestro Criador y Señor,
en cuánto grado ayuda y aprovecha en la vida spiritual,
aborrecer, en todo
y no en parte,
quanto el mundo ama y abraza;
y admitir y desear con todas las fuerzas posibles
quanto Cristo nuestro Señor ha amado y abrazado.
Como los mundanos, que siguen al mundo, aman y buscan con tanta diligencia
honores, fama y estimación de mucho nombre en la tierra,
como el mundo les enseña;
así los que van en espíritu y siguen de veras a Cristo Nuestro Señor,
aman y desean intensamente todo el contrario, es a saber:
vestirse de la misma vestidura y librea de su Señor, por su debido amor y reverencia,
tanto que, donde a la su divina Majestad no le fuese offensa alguna,
ni al próximo imputado a pecado,
desean pasar injurias, falsos testimonios, afrentas, y ser tenidos y estimados por locos,
(no dando ellos occasión alguna dello)
por desear parecer e imitar en alguna manera a nuestro Criador y Señor
pues la vistió Él por nuestro mayor provecho spiritual,
dándonos exemplo que en todas cosas a nosoros posibles mediante su divina gratia,le queramos imitar y seguir
como sea la vía que lleva los hombres a la vida."
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¿Qué son estos "amores", estos "desamores", estos "deseos", estas "frialdades", estas "apetencias" estas "des-apetencias" de la Regla 11 de san Ignacio?
¡No son imaginaciones!
¡Son actos muy verdaderos del espíritu del hombre!. ¡Actos muy verdaderos de la voluntad del hombre!
Consciente de la dignidad de estos actos, pues son actos de hombres,
consciente de su trascendencia por ser actos en libertad,
reconzco que importa grandemente que sepamos quién guía estos actos.
¿Los guía Nuestro Creador y Señor Jesucristo?
¿Los guía el anónimo y siempre presente "Mundo"?
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¿Qué o quién es "el Mundo"?
Los antiguos griegos llamaban "kosmos" (mundo) al conjunto de todo lo que existe, incluidos los hombres y los dioses; un conjunto que creían ordenado y cerrado sobre sí mismo.
Por otro lado, en la Biblia hay narraciones de grandes acontecimientos que afectaban la vida del hombre (como el diluvio o la partición del Mar Rojo), pero esos acontecimientos no aparecen en la Biblia como obra de hombres, se presentan como obra de Dios.
Muy distinto es lo que, en la misma Biblia, se llama "el Mundo". Desde el Génesis sabemos que el hombre desobedece a Dios porque cree que puede ser su propio dios. También desde el Génesis sabemos que existen ángeles caídos dedicados a engañar al hombre con espejismos que parecen reales.
Las relaciones e intercambios entre estos ángeles caídos y sus alumnos humanos —mujeres y varones engañados— es lo que la Biblia, identifica con el nombre "el Mundo".
De este Mundo habló Jesús de Nazaret con su Padre, al terminar su última cena con sus apóstoles:
"He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado. Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad."
Juan 17:6-19
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Ejercicios Espirituales de san Ignacio:
espina dorsal de toda la formación del jesuita.
¿Por qué y cómo estos Ejercicios Espirituales son la espina dorsal del noviciado jesuita, de toda la formación del jesuita y de toda la vida del jesuita?
Si intentara describir solo lo externo de estos Ejercicios —lo que captan los sentidos— mi descripción sería pobre por superfiial.
Si intentara describir solo lo interno —lo que no captan los sentidos pero sucede en la consciencia del ejercitante—, me estarí metiendo en territorio exclusivo de Dios.
San Ignacio imagina la consciencia del ejercitante como un campo de batalla entre el Bien y el Mal, pero no entre las "ideas" del Bien y del Mal, sino entre las dos "personas" que "personifican " el bien y el mal.>
En ese campo de batalla, Jesús de Nazaret invita al ejercitante a combatir a su lado, y espera la respuesta del ejercitante mirándolo a los ojos.
El libro "Ejercicios Espirituales" comienza con 20 "anotaciones" que orientan al que va a dar o dirigir los ejercicios y al que va a hacerlos. Como introducción al libro y a lo que puede suceder en este campo de batalla, presento las primeras cuatro anotaciones.
"1a. La primera annotación es, que por este nombre, exercicios spirituales, se entiede todo modo de examinar la consciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mental, y de otras spirituales operaciones, según que adelante se dirá. Porque así como el pasear, caminar y correr son exercicios corporales; por la mesma manera, todo modo de preparar y disponer el ánima para quitar de sí todas las afecciones desordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del ánima, se llaman exercicios spirituales."
Esta primera anotación dice muy claramente lo que san Ignacio y Dios quieren del ejercitante: que llegue a ser capaz de "buscar y hallar la voluntad divina".
Que llegue a ser capaz de hacerle lugar —en su corazón— a la voluntad divina. ¿Cómo se le hace lugar en el corazón? Disponiéndose a "quitar de sí", a quitar de su corazón, todas las afecciones desordenadas".
"Afecciones" son: amores, quereres, inclinaciones, apegos.
"Desordenadas" son: lo que está fuera del orden establecido por Dios desde la creación.
En esta primera anotación san Ignacio no es médico que receta medicinas, es cirujano que receta cirugías, cirugías en el corazón.
"2a. La segunda: es, que la persona que da a otro modo y orden para meditar o contemplar, debe narrar fielmente la historia de la tal contemplación o meditación, discurriendo solamente por los punctos con breve o sumaria declaración; porque la persona que contempla, tomando el fundamento verdadero de la historia, discurriendo y raciocinando por sí mismo, y hallando alguna cosa que haga un poco más declarar o sentir la historia, quier por la raciocinación propia, quier sea en quanto el entendimiento es ilucidado por la virtud divina, es de más gusto y fructo spiritual, que si el que da los exercicios hubiese mucho declarado y ampliado el sentido de la historia; porque no es el mucho saber lo que harta y satisface al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente."
"3a. La tercera: como en todos los ejercicios spirituales siguientes usamos de actos del entendimiento discurriendo y de actos de la voluntad afectando, advertamos que, en los actos de la voluntad, quando hablamos vocalmente o mentalmente con Dios nuestro Señor o con sus santos, se requiere de nuestra parte mayor reverencia, que quando usamos del entendimiento entendiendo.
"4a. La quarta: dado que para los exercicios siguientes se toman quatro semanas, por corresponder a quatro partes en que se dividen los exercicios; es a saber, a la primera, que es la consideración y contemplación de los pecados; la 2a es la vida de Christo nuestro Señor hasta el día de ramos inclusive; la 3a es la passión de Christo nuestro Señor; la 4a la resurrección y ascensión... Tamen, no se entienda que cada semana tenga de necesidad siete o ocho días en sí. Porque, como acaesce que en la primera semana unos son más tardos para hallar lo que buscan, es a saber, contrición, dolor, lágrimas por sus pecados; asimismo como unos sean más diligentes que otros, y más agitados o probados de diversos spíritus; requiérese algunas veces acortar la semana, y otras veces alargarla, y así en todas las otras semanas siguientes, buscando las cosas según la materia subiecta; pero poco más o menos se acabarán en treinta días.
Comienza el estudio del latín y del griego.
Aunque era una actividad de menor importancia, preparaba para las exigencias de idiomas de la siguiente etapa. Era el primer encuentro con las palabras, con la gramática, con la sintaxis, del latín y del griego antiguo.
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Al terminar los dos años de noviciado, el "maestro de novicios" juzgaba si el novicio estaba suficientemente familiarizado con "el modo ignaciano de ser Cristiano". Cuando su juicio era positivo, autorizaba al novicio a comprometerse con votos perpetuos de pobreza, castidad y obediencia; estos tres votos son los que tiene que hacer cualquier católico que quiera ser miembro de una "orden religiosa" o de una "congregación religiosa". Con estos votos, el novicio dejaba de ser "novicio" y comenzaba a ser un jesuita más, aunque jesuita en formación. A mi me autorizaron a hacer mis votos y fui un jesuita más.La siguiente etapa en la formación del jesuita eran tres años de estudios de Humanidades Clásicas. Los jesuitas de la provincia centroamericana de aquellos años íbamos a Quito, Ecuador. Vivíamos en las alturas de los Andes, a 2.850 metros sobre el nivel del mar, donde lo imponente es cotidiano.
Jesuita. Su formación.
—La que fue. La original—
2.- Humanidades Clásicas
La siguiente etapa de formación del jesuita estaba dedicada al estudio de Humanidades Clásicas y duraba tres años.
Para san Ignacio, la Compañía de Jesús tenía y tiene como objetivo dar gloria a Dios. ¿Cuánta? La mayor posible. Ese también es (o era) el objetivo de cada jesuita en cualquier etapa de su vida.
Los que educaban en los noviciados jesuita querían dar a Dios la mayor gloria posible:
a) al tratar de familiarizar a sus novicios con "el sentido ignaciano de ser cristiano";
b) al cultivar el crecimiento de la vida sobrenatural en ellos.
Llamamos "vida natural" a la vida que recibimos de Dios cuando nos creó, y llamamos "vida sobrenatural" a la vida que recibimos de Dios cuando nos redimió.
Pasado el noviciado, la mayor gloria de Dios sigue siendo el objetivo único, pero la formación cambia un poco al dar igual importancia a las dos vidas, a la natural y a la sobrenatural: el educador trabaja ambas, cultiva ambas, forma ambas.
¿Por qué el cambio? Porque la mayor gloria de Dios exige la alabanza y el servicio de ambas vidas, la del hombre creado y la del hombre redimido: la del HOMBRE TOTAL.
La mayor gloria de Dios exige un jesuita HOMBRE.
El Dios que lo creó, que lo redimió y que lo llamó, es quien lo forma.
Lo forma mostrándole gestas de hombres, hazañas de mujeres y varones que, en el pasado, supieron ser hombres.
Son las proezas que se estudian cuando se estudia Humanidades. Apuntarse a Humanidades es apuntarse a saber ser hombre.
¿Hay algún "secreto" necesario para saber ser hombre? El "secreto" lo descubrieron los antiguos griegos, quizá cuando estaban recién salidos de la pre-historia.
Habitaban una anchurosa península del Mar Mediterráneo. Lo habitaban con sus islas. La luz del mar les llegaba, en las mañanas, entrando por sus costas del este. En las tardes, la luz del mar les llegaba entrando por sus costas del oeste. Pareciera que esta luz del mar los penetró con un efecto para nosotros desconocido: esos antiguos griegos pensaron más y pensaron mejor.
Al pensar, al reflexionar, se comparaban con los animales. En algunas cosas se juzgaban iguales. En otras se juzgaban diferentes. Cuando animales y hombres hacían lo que parecía ser lo mismo, los griegos observaron que su modo de hacerlo era diferente del modo de los animales. ¿Fue la sonrisa el modo que distinguió definitivamente a los hombres de los animales?
En algún momento llegaron a convencerse de que había en ellos "algo" que no había en los animales, y que ese "algo" no era piedra, no era agua, no era fuego, no era viento. A ese "algo", hasta entonces desconocido, lo llamaron "espíritu".
El "secreto" para distinguirse de los animales e identificarse como hombre fue reconocer que también eran "espíritu".
Así comenzó el interés humano por no ser animal, el interés humano por no parecer animal.
¿Por qué nos hemos acostumbrado a calificar de "clásica" a esta tan antigua preferencia? Porque fueron los antiguos griegos los que se descubrieron a sí mismos con tal preferencia. Después fueron los antiguos romanos los que mejor la aprendieron y los que mejor la difundieron con su lengua imperial —la lengua del entonces Latium.
¿Qué se estudia y qué no se estudia cuando el tema de estudios es "Humanidades"?
Se estudia lo que es propio del hombre. No se estudia lo que no es propio del hombre, lo no relacionado con el hombre.
Recuerde el lector lo que nos enseñaron en primaria: cuanto existe en la tierra puede agruparse en tres "reinos": el reino mineral, el reino vegetal y el reino animal.
No se estudia:
-Lo que el hombre tiene de "reino mineral"
-Lo que el hombre tiene de "reino vegetal"
-Lo que el hombre tiene de "reino animal irracional".
Sí se estudia:
Lo humano. Lo que hace "hombre" al hombre.
Intento decirlo de otro modo:
La verdad hace "hombre" al hombre. Las "Humanidades" enseñan al hombre la importancia de la verdad.
Lo bueno hace "hombre" al hombre. Las "Humanidades" enseñan al hombre la importancia de lo bueno.
La belleza hace "hombre" al hombre. Las "Humanidades" enseñan al hombre la importancia de la belleza.
Otro modo de decirlo sería una lista de temas apropiados a las "humanidades". Por ejemplo:
-La mujer, el varón, el matrimonio, los hijos.
-Ser consciente de sí mismo, de lo que hace y de lo que no hace.
-Ser libre. Libre no por inconsciente. Libre por muy consciente.
A modo de resumen: Las "humanidades" son un acopio de lo humano, un acervo de lo humano. Lo más opuesto a las "humanidades" es lo falso, lo vacío.
Permítame lector dar un salto iluminado por el Génesis. Decir "humanidades" es celebrar nuestra semejanza a Dios. Hablar de "humanidades" es hablar de las gestas cristianas, de las hazañas cristianas, las que hicieron sonreír a Dios cuando creaba al HOMBRE.
Jesuita. Su formación.
—La que fue. La original—
3.- Filosofía
En el capítulo anterior dije que la mayor gloria de Dios requiere jesuitas HOMBRES. Desde antes había comprendido, aunque no suficientemente, que es Dios quien educa y forma a sus hombres porque, hacerlo, es continuar su obra creadora, su obra redentora y su invitación a que lo sirvamos y glorifiquemos COMO HOMBRES.
Si me quedo ahora un poco más con el tema de la etapa 2 de la formación del jesuita —en la que Dios familiariza al jesuita nuevo con las hazañas humanas que Él le va mostrando durante los tres años de "Humanidades"— lo hago para añadir que Dios lo está retando: lo está retando a compararse, a medirse, con esas hazañas humanas de mujeres y varones que, en el pasado, supieron ser hombres.
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Probablemente el lector atento está advirtiendo que ya abrí la puerta por la que se entra a la tercera etapa de la formación del jesuita, la etapa de tres años de estudios de FILOSOFÍA.
Viví esos tres años en las laderas del Volcán Pichincha. Con recuerdos de esos años y con recuerdos del lenguaje de los que escalan montañas, "coroné" el Pichincha muchas veces. "Coronarlo" es un modo de "adquirirlo", aunque no lo compró a nadie mi pobreza. Otro modo de "adquirirlo" es contemplar su horizonte, el horizonte que no me cansaba de mirar desde las laderas o desde la cumbre del Pichincha: enorme, des-plegado, ancho, cercano, lejano. Sentado en mi pequeña mesa de estudiante y mirando a través de mi ventana, mis ojos llegaban a cuatro nevados perpetuos, el Cotopaxi, los Ilinizas, el Callambe y el Altar. Tampoco los compró a nadie mi pobreza. Sin embargo ¡los Andes Ecuatorianos siguen míos!
¿Cuál es la historia de la Filosofía?
Los antiguos griegos acuñaron y usaron la palabra "filosofía" para referirse a la pretensión de algunos ciudadanos que aspiraban a saber más y a saber mejor. Pero no era una obsesión, ¡era cordura! Saber más y saber mejor es "sabiduría>".
La palabra que acuñaron y usaron los antiguos griegos no habla solo de "sabiduría", también habla de las personas que la quieren, de las personas que la buscan, de las personas que se dejan atraer por ella, de los que quieren ser tan hombres como les es posible, de los que se esfuerzan por alcanzar la cumbre de su hombría.
La "sabiduría" es como el sol a medio día, el sol llegado a lo más alto. Así son también los que llegan a su cumbre.
¿ Es posible reducir a una sola frase la obra toda de todos los filósofos verdaderos? Johannes Hirschberger, en su Historia de la Filosofía, la condensa a: "Una honrada lucha por la verdad". (Barcelona, Editorial Herder, pág, 34).
¿Qué me enseñaron mis profesores de Filosofía en las faldas del Pichincha y con el sol vertical sobre nosotros? Me enseñaron a PENSAR. Me enseñaron a CONOCER. Me enseñaron a ELEGIR. Les estoy muy agradecido.
A ellos, y a Dios quien continúa creándome.
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