"En el Principio"
creados para la Verdad
creados para la Libertad
Ann Mc Carthy Zavala
Xavier Zavala Cuadra
Aclaración necesaria
Si vamos a decir algo de Dios, antes debemos reconocer que no tenemos las palabras adecuadas para hablar de Dios. Las palabras con que nos comunicamos entre los seres humanos han sido hechas por nosotros para mensajeras de nuestras ideas y experiencias humanas, pero, así como la hormiga no conoce al hombre como para decir algo del hombre, así el hombre no ha conocido naturalmente lo divino como para hablar con propiedad de lo divino.
Decimos que Dios es inteligente porque hemos conocido hombres inteligentes; decimos que Dios es justo porque hemos conocido hombres justos; decimos que Dios es bueno porque hemos conocido hombres buenos. Todas las virtudes que observamos en los hombres y todo lo positivo que observamos en lo creado, lo atribuimos también a Dios porque así entendemos a Dios y a toda su creación. ¿Tiene alguna medida de calidad todo lo que le atribuimos? Sí, todo lo atribuimos en grado "eminente", una palabra que el castellano heredó del francés antigüo y que significa "lo máximo".
1. La verdad del Plan de Dios desde "en el Principio"
"Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden..." (Génesis 1, 26)
Hombres para la Verdad
La Y del "Y dijo Dios" es una conjunción copulativa que une lo que se decía antes con lo que se va a decir después; al mismo tiempo, en cierto modo, también separa, porque hace saber que antes hubo una pausa. El Génesis pareciera decirnos que Dios —consciente de Sí, consciente de lo que hace— detuvo su trabajo creador para reflexionar y valorar lo que había hecho y podía hacer. Después, tomó una decisiónn y se dijo: "¡hagamos al hombre !".
El hombre. Un ser muy distinto de los otros seres. Un ser "imagen" suya. Un ser "semejante" a Él. Pero, ¿no es todo imagen y semejanza del Creador? ¿Puede algo no serlo? ¿Por qué el Génesis no lo dijo antes y ahora lo dice? Porque el autor del Génesis —y Dios mismo detrás de él— quiere que entendamos muy bien la decisión de Dios: hacer al hombre imagen y semejanza suya de modo eminente, no de cualquier modo, no como cualquier otro ser.
¿En qué se manifiesta este modo eminente? Entre otras altas capacidades, en que es capaz de asimilar informaciones del mundo exterior a él —"¡conoce!"— y en que es capaz de conocerlo de un modo mucho más complejo y con reacciones mucho más ricas que los vegetales y los animales. Al naranjo le crecen ramas hacia donde hay luz, pero el naranjo no se desplaza todo él hacia la luz; de algún modo recibe la información, pero apenas reacciona. El perro oye la voz de la ama de casa, se levanta, va hacia ella, pero no le lleva una rosa. El hombre oye la misma voz, se da cuenta de que la oye, si es varón sabe que es la voz de su esposa, sabe que puede ir hacia ella, sabe que puede llevarle una rosa. El hombre conoce lo que está fuera y dentro de él; además conoce que conoce, se reconoce conociendo, es consciente de sí mismo, como Dios.
Sin embargo el hombre puede equivocarse al conocer y conocerse, ya que ser semejante a Dios no es ser igual a Dios. Puede equivocarse, de hecho se equivoca, y nos preguntamos: ¿es capaz el hombre de conocer que se equivoca? La respuesta es: sí, si se esfuerza en buscar la verdad y si es sincero en y con sus pensamientos; sí, porque Dios lo hizo para que lo conociese a Él y conociese su Creación. Dios y su Creación son "la verdad".
Hombres para la Libertad
Las mujeres y los varones —semejantes a Dios eminentemente— conocen, como Dios; se conocen, como Dios; saben que se conocen, como Dios; saben lo que hacen; saben que lo hacen porque quieren hacerlo, como Dios. Ser así es ser libres. A esta honda libertad llegamos porque nos conocemos. Reconocernos libres así, es reconocernos respondables de nosotros mismos, de nuestros actos y de sus consecuencias. Cuando engaño soy responsable de ese engaño.
Cuando un sacerdote engaña es responsable de ese engaño. Cuando un obispo engaña es responsable de ese engaño. Cuando un cardenal engaña es responsable de ese engaño. Cuando un papa engaña es responsable de ese engaño.
Cuando una esposa engaña es responsable de ese engaño. Cuando un esposo engaña es responsable de ese engaño. Cuando una madre engaña es responsable de ese engaño. Cuando un padre engaña es responsable de ese engaño. Cuando una hija engaña es responsable de ese engaño. Cuando un hijo engaña es responsable de ese engaño.
Cuando un político engaña es responsable de ese engaño. Cuando un empresario engaña es responsable de ese engaño. Cuando un profesional engaña es responsable de ese engaño. Cuando un periodista engaña es responsable de ese engaño. Cuando un empleado engaña es responsable de ese engaño. Cuando un trabajador engaña es responsable de ese engaño.
Ser responsables es saber ser libres.
"Y manden"(Génesis 1, 26)
A los que había hecho imagen y semejanza suya de modo eminente, Dios les ordena ser SEÑORES de toda su Creación: "manden", "sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla" (Génesis 1, 28)
Señorear la tierra, someterla, presupone conocerla. Esta orden del Creador confirma que los hombres fuimos creados capaces de conocer la Creación. También presupone que somos capaces de entender para quién la señoramos porque conocemos quiénes somos y quién es Dios.
Nueva gigantesca responsabilidad. Saber someter la tierra para Dios es también saber ser libres, saber ser responsables de esta gran tarea.
Al terminar su Creación, Dios vió que "todo estaba muy bien". (Génesis 1, 28)
2. Verdades del hombre "en el Principio"
Leyendo a san Juan Pablo II aprendimos a llamar "prehistoria teológica" del hombre al período de su vida que aconteció entre su creación y su caída, a su vida en "estado de inocencia original" como dicen los teólogos. En esa "prehistoria", el hombre "labraba" [antes "no había hombre que labrara el suelo" (Gén 2:5)]; el hombre "mandaba" a los peces, a las aves, a los animales que serpean (Gén 1:28)); el hombre "paseaba" por el jardín, con Yahveh Dios, "a la hora de la brisa" (Gén 3:8). Así de importante fue el hombre en la "prehistoria" del hombre.
En cambio, la "historia" del hombre comienza con la debilidad del hombre. Dios lo hizo libre, como Él, para que libremente aceptase ser su criatura, para que libremente actuase como imagen suya, para que libremente procediese como semejante a Él. Esto era el plan de Dios sobre el hombre. Esto es el plan de Dios sobre el hombre. Esto era ser hombre. Esto es ser hombre. El viento fue viento desde el principio, el pájaro fue pájaro desde el principio, el hombre no logró ser hombre desde el principio. Esta debilidad es lo primero que conocemos del hombre en el Antiguo Testamento: el hombre tiene que aprender a ser hombre.
La gloria del hombre está en su libertad. La debilidad del hombre también está en su libertad. La libertad es un don de singular excelencia. ¡También de singular riesgo! Libertad es vivir sobre la línea que separa la verdad de la falsedad, el bien del mal; es estar tan cerca del bien como del mal; es ver tal fácil el mal como el bien. Viviendo sobre esta línea —disponiendo entre la verdad y la falsedad, entre el bien y el mal— Eva y Adán decidieron desconfiar. Contra toda razón, escogieron desconfiar de quien habían recibido todo. Contra toda razón. Contra toda razón decidieron desconfiar porque vieron fácil desconfiar, estaba al alcance de su mano; vieron conveniente desconfiar: eso de ser "libres ante Dios" no parecía atractivo, en cambio, "ser libres ante ellos mismos" sí parecía atractivo. Disponer qué es verdad y qué es falsedad, disponer qué es bueno y qué es malo, sigue siendo atractivo para el hombre, muy atractivo. Cuando el hombre no sabe ser hombre, inventa ser dios, con su soberbia encubre su debilidad. Es lo segundo que conocemos del hombre. Y lo seguimos observando.
Eva y Adán "se ocultaron de la vista de Yahveh Dios": (Gén 3:8).
—Yahveh: "¿Has comido acaso de árbol del que te prohibí comer? (Gén 3:11).
—Adán: "La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí" (Gén 3:12).
—Eva: "La serpiente me sedujo" (Gen 3:13.
Enfrentado a las consecuencias de sus actos, el que se cree dios, se esconde. Pareciera querer negar que existe. Pareciera querer quitarse de entre los existentes para no mirar de frente las consecuencias de sus actos. Pareciera querer ser removido del tablero de la vida y substituido por qualquier otra ficha. ¿Hay mayor debilidad? El hombre que no sabe ser libre no sabe ser responsable. Es lo tercero que conocemos del hombre.
"La serpiente me sedujo". Excusa de Eva que también revela otra verdad, tal vez inesperada. Aunque inesperada, era verdad y sigue siendo verdad. Entre las torpezas de las excusas humanas, asoma "otro alguien" con el que no contábamos hasta ahora, "otro alguien" ahí mismo, en la escena con Dios y con los hombres, no Dios, no hombre, "otro alguien". Serpiente lo llama el Génesis, aunque habla como persona. Cuando habla, es evidente su enemistad con Dios. ¡Mal presagio para el hombre! Este "otro alguien" no ataca frontalmente a Dios, lo ataca por el flanco de sus hombres cuya debilidad es puerta abierta. Quiere quitarle a Dios lo que más importa a Dios, pero —astutamente— no lo intenta por la fuerza. Su arma es el engaño, seduce. "Seréis como dioses, conocedores del bien y el mal" (Gen 3:5). El débil se alucina.
Para engañar, se esconde. Se esconde de los hombres ocultándoles que existe. No se esconde de Yahveh Dios porque no puede. Esconderse. Eva y Adán también se escondieron, ya eran buenos alumnos. Se escondieron cuando no habían sabido ser hombres, cuando libremente habían preferido no ser hombres, cuando ya estaban bajo el que "se esconde". Llegados a este estado de cosas ¡otra sorpresa¡ el hombre está tan seducido que ayuda a esconderse al que se esconde. Predica que no existe el que se esconde, ¡que existe solamente en los delirios de seres primitivos! Es lo cuarto que conocemos del hombre.
Yahveh Dios aquí discrimina entre los sexos. La Esperanza está en la mujer. En su maternidad. Maternidad de la Esperanza. "Gran misterio es éste" (Ef 5:32).
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