Identidad del "hombre"
según
don José Ortega y Gasset y don Antonio Machado
Homenaje a don Pablo Antonio Cuadra Bendaña
Ann Mc Carthy Zavala
Xavier Zavala Cuadra
Pablo Antonio Cuadra Bendaña publicó recientemente (2017) un libro titulado Nicaragua: En torno al pensamiento de José Ortega y Gasset, resumen-comentario de 22 ensayos escogidos como "la esencia del filósofo". El libro también es "corazón de mi herencia a mis hijos, nietos y bisnietos, con la esperanza que les sirva para resolver los retos que enfrentan nuestras sociedades". La "esperanza" del autor es, pues, que el libro eduque para la tarea primera del ser humano: saber ser hombre. Esta "esperanza" del autor se funda en la "creencia" (palabra esencial al pensamiento de Ortega) de que los escritos de este insigne pensador son rica cantera educadora. Creencia que distingue al que así cree, como también lo distingue la larga, paciente y callada preparación de este libro. No son muchos los capaces de admirar así la obra de Ortega. También lo distingue —lo separa del gran resto— el que quiera educar para que sepamos ser hombre. De nuevo, no son muchos los que entienden la importancia de ser hombre, no la importancia de hacer esto o aquello, sino la importancia de ser hombre. Por todas estas distinciones, el presente artículo es nuestro homenaje a don Pablo Antonio Cuadra Bendaña.
La importancia de ser hombre. ¿Qué es ser hombre?
En la página 141, donde Cuadra Bendaña nos introduce al libro La historia como sistema, un inesperado fogonazo ilumina qué es ser hombre: "La vida es quehacer", nos dice Ortega. "Quehacer" no es "hacer". "Hacer" es acción nuestra fuera de nosotros. "Quehacer" se refiere a algo que está sucediendo dentro de nosotros, se refiere a que estamos conscientes de que tenemos cosas por hacer. Darnos cuenta de nuestros "quehaceres" es ser hombre.
Ampliemos más la lección de Ortega leyendo un poco más su libro : "La nota más trivial, pero a la vez la más importante de la vida humana, es que el hombre no tiene otro remedio que estar haciendo algo para sostenerse en la existencia. La vida nos es dada, puesto que no nos la damos a nosotros mismos, sino que nos encontramos en ella de pronto y sin saber cómo. Pero la vida que nos es dada no nos es dada hecha, sino que necesitamos hacérnosla nosotros, cada cual la suya. La vida es quehacer. Y lo más grave de estos quehaceres en que la vida consiste no es que sea preciso hacerlos, sino, en cierto modo, lo contrario... no nos es impuesto este o el otro quehacer, como le es impuesta al astro su trayectoria o a la piedra su gravitación. Antes que hacer algo, tiene cada hombre que decidir, por su cuenta y riesgo, lo que va a hacer." 1
Don Antonio Machado, poeta, también español, sevillano, casi contemporáneo de don José, nos dice exactamente lo mismo con bella imagen poética:
"Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar."2
Para ambos, para Ortega y para Machado, hombre es el que "decide por su cuenta y riesgo lo que va ha hacer", el que "hace camino al andar".
Ante esta doble cédula de identidad del ser hombre ¿qué pensar de los que encuentran su tranquilidad en que el estado les diga lo que tienen que hacer? ¿Qué pensar de los que siempre buscan alguien que piense por ellos? ¿Y los que pública y abiertamente exigen sometimiento a otros? ¿Y los que lo hacen escondidos bajo la sombra omnipresente del dios publicidad? El imperio de la moda es las antípodas del hombre que "hace camino al andar"
Volvamos a Ortega porque aún tiene nuevas luces para iluminar la identidad humana que buscamos. Decidir lo que se va a "hacer" y lo que se va a "ser", es un acto de supremo riesgo porque se es el único responsable de tal decisión. Por igual razón también es un acto de suprema audacia. "Esta decisión —añade Ortega— es imposible si el hombre no posee algunas convicciones..." Parece que bastan algunas para que el hombre sea hombre. En cambio, sin convicciones, no hay hombre, tal vez lo que hay es un trapo. "Sólo en vista de ellas puede preferir una acción a otra..." Las convicciones son como los jueces de nuestra conducta. Y termina: "Sólo en vista de ellas puede, en suma, vivir"3 Ortega nos está sumergiendo de nuevo en las profundidades del hombre, donde están clavadas sus convicciones —aceros del yo— por las que incluso dan la vida los mejores. En cambio, sin convicciones el hombre es sin peso, el viento le da vueltas como basura.
El autor quiere que este libro sea el corazón de su herencia a sus hijos, nietos y bisnietos. ¡Herencia de maestro! ¡Herencia de hombre!
1. José Ortega y Gasset, Historia como sistema, Madrid: Revista de Occidente, Colección el Arquero, 1962, pág. 3-4.
2. De Extracto de Proverbios y cantares, XXIX
3. Ibid. pág. 4.
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