Buscando nuestra raíz europea

Sir Roger Scruton: Cristianismo e Islam

Reflexión —a modo de traducción y resumen— sobre la conferencia
de Roger Scruton a la Sociedad Militar de Oslo, Noruega,
el 12 de noviembre de 2018.

Ann Mc Carthy Zavala
Xavier Zavala Cuadra.

Pesentación de Sir Roger Scruton
a nuestros lectores
(27 de febrero 1944 - 12 de enero 2020)

Inglés, filósofo, interesado principalmente en ética, estética y vida política; escritor de muchos libros, incluso novelas, cuentos y óperas.

Testigo de las protestas que sacudieron París en mayo y junio de 1968. Durante esas protestas, comprendió que ese modo de ser y actuar no era el suyo y se afianzó en su aprecio y respeto por las riquezas humanas que los hombres del pasado heredan a los hombres del presente. Con ese modo de ser y de pensar siguió hasta el final de su vida.

Tres testimonios después de su muerte:

El Primer Minisnistro inglés, Boris Johnson: "Hemos perdido al más grande pensador político moderno, no sólo tuvo las agallas de decir lo que pensaba sino que lo dijo bellamente".

El Ministro de Finanzas (Chancellor of the Exchequer): "Desde su apoyo a los freedom fighters de la Europa del Este, hasta su contribución intelectual inmensa al conservatismo del Oeste, su aporte a la vida pública es único".

Mario Vargas Llosa: "Una de las personas más educadas que he conocido. Podía hablar de música, de literatura, de arqueología, de vino, de filosofía, de Grecia, Roma, la Biblia y mil otros temas más, y lo hacía mejor que los expertos, aunque no era experto en nada porque era un humanista al estilo de los clásicos..."

Introducción a la conferencia
del 12 nov 2018
(Habla un noruego a noruegos.)

"Aprovechemos su venida para conocer nuestra identidad, saber quién somos, qué queremos, cuáles son nuestras raíces." Y añadió: "Importante ahora porque una cultura extraña se nos ha metido, tan opuesta al Occidente como fue opuesto el Comunismo."

(La cursiva de algunas palabras ha sido añadidura nuestra).

Europa

"En el pasado, muchas cosas han unido a Inglaterra con Noruega además de la lengua germánica: nuestro protestantismo; nuestra actitud hacia los conflictos, serena; nuestro modo de enfrentar dificultades, apretando los dientes. Culturas, como las nuestras, son parte de la gloria de Europa. Son culturas en las que el pueblo acepta responsabilidad de lo que es público y —hombro con hombro— enfrenta el peligro ¡sin demasiadas quejas...!"

"¡Sin embargo, nos dicen que debemos avergonzarnos por no abrirnos suficientemente al mundo...!"

Todos saben que Europa está en crisis y muchos dicen que es crisis económica o financiera... pero la crisis de Europa es espiritual .

¿Por qué espiritual? Porque se manifiesta primero en el espíritu.

El hombre parece no saber quién es. Su crisis espiritual es crisis de identidad.

¿Quién soy?
¿Quién es el otro?
¿Cómo me relaciono con él?
¿Cómo me relaciono con los hijos?
¿Cómo me relaciono con los padres?
¿Cómo me relaciono con los antepasados?

Preguntas que pertenecen a ámbitos del hombre en los que el hombre se siente inseguro:

el ámbito de la religión,
el ámbito del arte,
el ámbito de la cultura,
el ámbito de las costumbres.

Las crisis económicas y financieras vienen de crisis espirituales:

de derrochar los recursos espirituales,
del derroche de lo espiritual llegamos al derroche de lo material
y al desprecio de las riquezas humanas herencia de los antepasados.

La crisis espiritual comienza a ser superada
cuando el hombre comienza a reconocerse responsable
de cuanto él es y de cuanto ha recibido,
que incluye pasarlo a las generaciones futuras.

¡Hemos recibido Europa! ¡Somos responsables de Europa!

La Cristiandad

El fundamento de Europa es lo que llamamos La Cristiandad,
comunidad de comunidades cristianas,

comunidades crecientes, extendiéndose por todo el continente a lo largo de siglos,
hombres que se declaraban discípulos de Jesús de Nazaret.

La historia de esas comunidades es la historia de su Fe:
el gran cisma de Oriente y de Occidente,
y el otro grande de protestantes y católicos.
Marcas indelebles en nuestra consciencia.

Con la religión cristiana también heredamos su moral cristiana:

con sus costumbres,
con su ley,
con su orden político surgido de esas comunidades.

De este orden político heredamos la idea de una ley secular
que se va quedando adherida al territorio en que se vive
,
ley no dada por Dios, tampoco es Dios quien sanciona sus transgresiones.

¡Nada menos que una ley hecha por hombres
pero con autoridad reconocida por la religión!

Las Comunidades Cristianas de la Cristiandad recordaban el evangelio de san Mateo: ¡"Hay que dar al Cesar lo que es del Cesar!" ¡Hay que obedecer al Cesar! ¡Hay que obedecer la ley secular cuando se es parte de una jurisdicción!

¡Gigantesco paso de la Cristiandad!

Detengámonos un momento en la frase "cuando se es parte de una jurisdicción". Cada comunidad fue desarrollando sus propias costumbres y éstas fueron siendo percibidas como leyes del lugar y el lugar fue siendo percibido como "jurisdicción": el área donde rigen las leyes del lugar, distintas, independientes de las de otros lugares.

Así fueron apareciendo las leyes que hoy llamamos inglesas, francesas, españolas, húngaras, suizas, escandinavas, etc.

Hay que añadir que estas mismas comunidades cristianas no olvidaban que también había que "dar a Dios lo que es de Dios", que había que darse enteramente a Dios, al que no está adscrito a jurisdicciones territoriales de este mundo.

Esta doble enseñanza de Cristo dice que "dar al Cesar lo que es del Cesar" es "dar a Dios lo que es de Dios", porque fue Él quien nos creó necesitados de vivir en sociedad, por tanto también necesitados de autoridad civil.

Esta misma doble enseñanza de Cristo hizo posible que las comunidades cristianas —que hicieron Europa— pudiesen distinguir sus leyes civiles de la ley divina, distinción que no han podido hacer los seguidores de Mahoma.

Ante esta doble enseñanza, es oportuno recordar los dos mandamientos —de los que Cristo dijo que contienen a todos los otros— amar a Dios sobre todas la cosas y al prójimo como a uno mismo. Se entiende, entonces, por qué cualquier comunidad cristiana inteligente reconoce que nuestra religión tiene, como fundamento práctico para nuestra vida en este mundo, el simplísimo principio de la regla de buena vecindad.

Ahora bien, este amor al prójimo o esta regla de buena vecindad, necesita el hábito de perdonar. Las comunidades cristianas —que hicieron Europa— lo recordaban cada vez que oraban la Oración del Señor: "como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden". ¡Si quieres perdón, perdona!

Advertencia de extrema importancia moral.
Substrato de nuestro sistema legal.
Corazón de nuestra civilización.

Hay otra herencia del Cristianismo, aunque menos conocida y menos apreciada: la sabiduría de...

...mirarnos a nosotros mimos con cierta ironía, con cierto tono burlón;

...reconocer que hay un aire de ridículo en todo lo que hacemos;

...hacer las paces con las imperfecciones de este mundo, comenzando con las nuestras.

Esta herencia nos la trasmite magníficamente la historia de la adúltera a quien querían apedrear. Jesús se inclina y escribe en el suelo. Después se irguió y les dice: "el que esté sin pecado que tire la primera piedra". Los que iban a apedrearla se fueron retirando uno a uno, "comenzando por los más viejos" (Jo 8:3-11).

La identidad nacional

Nuestra civilización ha durado 2.000 años, logro extraordinario que nos permite imaginar unos cientos de años más y reconocer cuán acertados son los modos humanos que tenemos.

Uno de esos modos fue la ley secular de la que acabamos de hablar; gracias a ella —los que la obedecían por sentirla suya— se identificaban en un nosotros. Esa ley fue posible en la Edad Media de Europa por la aparición de fronteras, es decir, por la aparición de naciones con fronteras, leyes y monarcas propios, a las que las personas podían ofrecer su lealtad máxima sin que eso fuese algo contra su fe.

Así se llegó a que, para asuntos de la nación, ser inglés fuese más importante que ser cristiano y ser noruego fuese más importante que ser cristiano, sin que alguien dudase que ser inglés o ser noruego fuese un modo de ser cristiano.

Ahora, en cambio, personas que están entrando, nos acusan de no reconocer la legitimidad de su ley, la Sharia, porque su ley no tiene fronteras y obliga a todos sin que importe la historia de cada uno.

Estamos confrontados por hombres con una concepción de ley hondamente opuesta a nuestra concepción de ley.

No nos queda más camino que decirles con firmeza "Lo siento, aquí la ley es ésta y esperamos que ustedes públicamente la respeten y públicamente le den su lealtad. Lo cual no impide que, en su vida privada, ustedes sigan su propia ley."

Sin embargo, además de confrontarnos, nos exigen "tolerancia".

Están queriendo convertir esta "palabra" en principio fundamental entre las naciones, ignorando que, desde la Edad Media, hemos creído que es deber moral cristiano una cierta medida de tolerancia con lo que parece extraño.

¿Qué no es tolerancia?.

Aceptar cualquier cosa.
No poder rechazar nada.

¿Qué es tolerancia?

Aceptar y vivir con algo que desaprobamos y nos ofende.

A esta conclusión llegó John Locke, en el siglo XVII, cuando se preguntó qué y cuánto debe una persona tolerar.

Había comprendido que la capacidad de tolerancia de una persona es personal, por tanto, (a) esas dos preguntas había que hacerlas a la persona, (b) el tema de la pregunta no era si la persona estaba dispuesta a sostener y defender sus principios y valores, sino si estaba dispuesta a vivir con actuaciones de otro u otros, actuaciones que ella desaprobaba y que a ella ofendían.

Por ejemplo, en el siglo XVII, la pregunta que había que hacer al inglés anglicano era si aceptaba vivir —en Inglaterra— con ingleses católicos.

¿Han existido y existen personas practicantes de esta virtud? La historia enseña que sí. Pero la historia, incluida la contemporánea, también enseña que esta virtud es difícil de adquirir porque puede significar extenderle derechos a quien nos parece que no los tiene.

La dificultad se agranda cuando el "ofendido" es toda la comunidad. La pregunta de Locke hay que hacerla, entonces, a toda la comunidad. ¿Acepta toda la comunidad vivir con lo que desaprueba y le ofende? Y uno entonces se pregunta ¿cómo puede una comunidad —consciente de sí misma— convivir con otra comunidad cuya conducta desaprueba y le ofende? ¿Cómo puede hacerlo sin perder certeza de su propia identidad? No hace mucho, Francia decidió no tolerar la burka por incompatible con la identidad cultural francesa. Decisión recia ciertamente, también interesante porque, al repensarla, asoman verdades profundas: la civilización europea, de la que hemos venido hablando, toma muy en serio el rostro porque el rostro es imagen del alma. Los mejores contratos se hacían, tal vez se siguen haciendo, mirándose a los ojos. Ocultarle el rostro a una comunidad puede entenderse como negarse ser parte de ella.

Es perfectamente razonable visitar una comunidad para probar si se está a gusto dentro de ella e irse, después, si el resultado de la prueba fue negativo. En cambio, no es razonable quedarse cuando no se quiere ser parte; puede incluso tener visos de agresión.

Tenemos derecho a decir estas cosas, con tal de que no sean amenaza. Decirlas simplemente, no es amenaza, es decir las cosas como son. ¡Aunque están queriendo confiscarnos también este derecho!


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