AMDG>
El matrimonio de la Redención,
matrimonio sacramento
AMDG>
Ann Mc Carthy Zavala
Xavier Zavala Cuadra
¿Qué es un sacramento de la Iglesia? Son pocos los clérigos (obispos, párrocos, sacerdotes) que hablan sobre este tema.
¿Por qué y cómo es sacramento el matrimonio? Son aún menos los sacerdotes, párrocos y obispos que dan respuesta a esta pregunta, incluso durante las liturgias matrimoniales o durante los cursos prematrimoniales. Como resultado de este abandono, el sacramento del matrimonio ha venido a ser el gran desconocido de los sacramentos, a pesar de la importancia que, por ejemplo, le dieron san Juan Pablo II y Benedicto XVI. ¿Ignorancia? ¿Desinterés? ¿Omisión consciente?
Con los sínodos sobre la familia de los años 2014 y 2015, convocados por el papa Francisco, y con su exhortación apostólica Amoris laetitia, algunos cardenales y obispos, siguiendo al papa Francisco según explican, insisten en lo que llaman "acompañar" a los que han abandonado su matrimonio y tienen nueva compañera o compañero; este "acompañarlos" parece significar, a veces, facilitarles o permitirles —con espíritu pastoral abierto, comprensivo, misericordioso— su participación en el sacramento de la Eucaristía, sin prestar la debida atención al sacramento del Matrimonio. Tal modo de actuar pareciera decirnos que, para ellos, hay sacramentos que son más de Cristo que otros.
El "tiempo de la Iglesia"
El Catecismo de la Iglesia Católica habla de "tiempo de la Iglesia". ¿Qué significa esta expresión? ¿Qué significa que la Iglesia "tenga un tiempo"? ¿No es, más bien, eternidad lo que tiene? Aunque la Iglesia viene de la eternidad y va hacia la eternidad, es ¡en el tiempo! donde los cristianos caminamos, es ¡en el tiempo! donde damos testimonio de a quién seguimos.
Lo que nos cuenta el apóstol San Juan al comienzo de su evangelio son hechos anteriores a la Iglesia, en cierta forma podemos entenderlos como preparaciones para la Iglesia:
"En el principio existía la Palabra
y la Palabra estaba en Dios
y la Palabra era Dios.
Ella estaba en el principio con Dios.
Todo se hizo por ella..."
(1,1-3)
Pero estas preparaciones no acontecieron "en el tiempo" y, menos aún, "en el tiempo de la Iglesia", acontecieron en la eternidad.
En cambio, otras muchas preparaciones de la Iglesia ocurrieron en este mundo, "en el tiempo", y sus autores fueron principalmente israelitas: patriarcas, jueces, profetas, María misma; todos actuando "en el tiempo", aunque ninguno en lo que el Catecismo llama "tiempo de la Iglesia". ¿Cuándo comenzó este tiempo?
El Catecismo de la Iglesia llama "tiempo de la Iglesia" al que comenzó después de la Ascensión de Jesús y terminará con su Segunda Venida, es decir, al tiempo en que Jesús no permanecerá en la tierra como permaneció hace más de 2000 años.
El hecho de esta ausencia está expresado bella y eficazmente en un antiguo retablo del año 1350 aproximadamente. Antiguo retablo en un antiguo altar de una antigua iglesia en una antigua ciudad de la República Checa. El nombre de la ciudad todavía es Vyssí Brod. En el retablo, el cuerpo ascendente de Jesús está casi tapado por una nube que sólo deja ver sus pies en el aire. Abajo, la Madre y los apóstoles miran hacia arriba, algunos con sus manos levantadas. En medio y atrás de los apóstoles, hay una pequeña loma en la que se ven las dos huellas de los pies de Jesús, sus últimas huellas en la tierra.
Antes de su ascensión, Jesús comía y bebía con sus conocidos; trabajaba, descansaba y dormía; sonreía y se indignaba; enseñaba a quien le oía, también a quien no le oía; todo como cualquier otro hombre. Aunque también actuaba de manera muy distinta de la manera de todos los otros hombres: actuaba con poderes de Dios, multiplicaba panes y peces, curaba enfermos, perdonaba pecados, resucitaba muertos: cuando resucita a la hija de Jairo (Mc 5:35-43), los empleados de Jairo aseguran que está muerta, Cristo, en cambio, asegura que está dormida.
Con la Ascensión comienza "la Iglesia" y, con ella, comienza "el tiempo de la Iglesia". Un tiempo no fácil. Un tiempo misterio porque no podemos entenderlo con nuestra inteligencia sola. Un tiempo quizá más misterio que el tiempo anterior, cuando la segunda Persona de la Trinidad, el Hijo encarnado hombre, habitaba entre hombres y parecía hombre. Ahora, en "el tiempo de la Iglesia", el Hijo encarnado, no solamente no parece encarnado, simplemente no aparece.
Aunque vino para ser nuestro Camino, nuestra Verdad y nuestra Vida, en este tiempo de ahora parece no estar, parece que no vino. Los sentidos que nos dió al crearnos —vista, oído, tacto, gusto y olfato— los sentidos con los que somos capaces de conocer lo que ocurre fuera de nosotros, son totalmente inadecuados e incapaces para darnos a conocer lo que está haciendo Jesús ¡el Cristo! ¡el Redentor! Un tiempo no fácil.
Sin embargo, apesar de que parece no estar, el Catecismo insiste: ¡sí está!, ¡también durante este tiempo! ¡Cristo vive y actúa! Aunque tenemos que reconocer: vive y actúa de un modo extraño, de una manera nueva, distinta: en y por los sacramentos [n. 1076].
Sacramentos, la manera nueva.
Dado que los sacramentos son la práctica más importante de la liturgia de la Iglesia, es oportuno introducirlos recordando antes lo que se entiende por liturgia.
Originariamente, liturgia significó "obra o quehacer público", "servicio del pueblo en favor del pueblo". En la tradición cristiana ha significado la participación del pueblo de Dios en la obra de Dios [n. 1069]. Por ejemplo:
En el Credo, la Iglesia —el pueblo de Dios— confiesa:
el misterio de la Trinidad y
el misterio del Bien que la Trinidad quiere para toda su creación. [n. 1066]
Tanbién en el Credo, la Iglesia —el pueblo de Dios— confiesa:
el misterio de Cristo, el Hijo encarnado hombre para hacer —con su vida, pasión, muerte y resurrección— el Bien querido por la Trinidad para toda su creación. [n. 1067]
¿Qué son los "sacramentos"?
Desde muy antigüo se usó la palabra latina "sacramentum" para dar nombre a lo que se entendía como un signo externo y visible de algo interno y espiritual. Este uso pasó al francés como sacrament, al alemán como Sakrament, al castellano como sacramento, etc.
¿Y las liturgias que conocemos como los siete sacramentos de la Iglesia? Son la manera nueva de actuar de Cristo, la manera apropiada para el "tiempo de la Iglesia", la manera escogida por Cristo mismo para comunicar al mundo los frutos de su Misterio Pascual. [n. 1066].
"Economía sacramental" llaman a esta manera nueva las tradiciones de todo Oriente y Occidente.
Así ha querido actuar la Segunda Persona de la Trinidad encarnada hombre en este "tiempo de la Iglesia". Sus actos son actos de hombre, tan de hombre como todos los actos de los otros hombres. Pero Cristo no es cualquier hombre, es Dios hecho hombre, sus actos de hombre también son actos de Dios.
Como actos de Dios, los actos de Cristo no pasan al pasado como pasan todos los actos de todos los otros hombres. Los actos de Cristo no caben en el pasado. Siguen siendo en la eternidad divina. Duran para siempre en el presente eterno.
Así duran los actos de los siete sacramentos de la Iglesia. No hay pasado para ellos [n. 1085]. Refiriéndose al Sacramento del Bautismo, dice el Catecismo: "Cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza" [n. 1088].
Sacramento del Matrimonio.
Ministros del sacramento
Se ha acostumbrado en la Iglesia dar el título de "ministro del sacramento" al que actúa como "celebrante"; dicho con palabras sobrenaturales, al que actúa "in nomine Christi", en nombre de Cristo.
En el caso específico del Matrimonio, la Iglesia reconoce como "ministros" del sacramento a la mujer y al varón dispuestos a hacerse esposa y esposo. Quizá no esté de sobra observar que, para esta particular empresa sobrenatural, Cristo no requiere ni de diáconos, ni de sacerdotes, ni de obispos, le basta trabajar con simples cristianos.
¿Quién confiere a los esposos el poder de actuar "in nomine Christi"? ¿Quién confiere a los esposos el poder de hacerse esposa y esposo?
Dios mismo se los confiere. Su Creador. Les dio ese poder en el momento de su creación, cuando los hizo libres, responsables de lo que hacen con su espíritu y con su cuerpo; también cuando les dio la orden de reproducirse.
No obstante lo dicho, poder actuar en nombre de Cristo durante la liturgia del Sacramento no garantiza a estos "ministros" que van a ser fieles seguidores de Cristo cuando ya sean esposa o esposo. ¡Tampoco son santos los que actúan como "celebrantes" en los otros sacramentos.
El hombre sabe que existe el MAL y conoce su propia debilidad. Ha experimentado ambas cosas, incluso dentro de las relaciones entre mujer y varón: discordias, intentos de dominio, infidelidades, celos; conflictos que pueden llegar al odio.[n. 1006]
El origen de estos muy conocidos males no está en lo que Dios creó. Está en el pecado original: ruptura del hombre con Dios, ruptura que rompió también la unión original entre mujer y varón.
Celebración del sacramento
En el rito latino este sacramento se celebra dentro de la Santa Misa por el vínculo esencial existente entre el Misterio Pascual de Cristo y los siete sacramentos:
La Santa Misa revive la unión eterna de Cristo con la Iglesia; por tanto es apropiado que los esposos se den el uno al otro cuando imitan y se suman al darse de Cristo.
El darse de los esposos
Pedimos permiso al lector para salirnos, brevemente, del contexto de matrimonio como sacramento de la Iglesia Católica, dentro del cual nos hemos movido en este escrito.
Generalmente, se entiende por "casarse" unirse en matrimonio mediante ceremonia civil o religiosa. Quienes se casan "civilmente" saben que ese acto los convierte en sujeto de derechos y deberes, reconocidos por la sociedad y por el gobierno. Quienes se casan "por la iglesia" en un lugar donde el gobierno civil ha dado al sacerdote celebrante la potestad de representar al juez civil en los casamientos, también saben que ese acto los convierte en doble sujeto de derechos y deberes matrimoniales, los reconocidos por la Iglesia Católica y los reconocidos por el gobierno civil del lugar.
En ambos casos, la mujer y el varón son los protagonistas del matrimonio. Solo ellos hacen su matrimonio y es ese actuar de ellos el que los convierte en sujeto de derechos y deberes. ¿De qué derechos y de qué deberes? De los verdaderos, de los que corresponden a un verdadero matrimonio, de los que Dios tenía en mente cuando creó a la mujer y al varón. Lamentablemente, en el pasar de los acontecimientos humanos, depende de cómo entiendan el matrimonio las diversas autoridades.
Ojalá todos entiendan, autoridades o no autoridades, la importancia del darse de los esposos, porque su recíproco darse, su consentir en darse para siempre recíprocamente, es lo que los hace matrimonio. Y ese consentimiento tiene que ser externo, público, entendible a los presentes. Si no es público, los derechos y deberes son como inexistentes.
Acciones de Cristo
Entramos al tema esencial del matrimonio sobrenatural, del matrimonio sacramento, del matrimonio de la Redención.
Cristo hizo que los profetas del Antiguo Testamento vieran la alianza de Dios con el pueblo escogido como un matrimonio. Así preparó el camino para que todos entendiéramos la Nueva y Eterna Alianza —la de Cristo con la Iglesia— también como un matrimonio. Entendidas así las alianzas de Dios, los esposos descubren que su recíproco darse ya ha sido asumido por Cristo, ya ha sido integrado por Cristo en Su eterno darse a la Iglesia. [n 1612].
En el umbral de Su vida pública, Cristo hizo Su primer milagro en la celebración de un matrimonio. La Iglesia ve en esta preferencia la confirmación de la divinidad del matrimonio y un solemne anuncio de que, en poco tiempo, el matrimonio iba a ser SACRAMENTO.[n 1613].
Ahora que ya es SACRAMENTO, Cristo sigue tratando de enseñarnos que el sacramento del matrimonio es manantial de la Vida nueva con la que Él nos renueva desde su Cruz. Los esposos, al renunciar a sí mismos dándose, toman su propia cruz y co-redimen al mundo CON CRISTO. [n 1615].
Resumamos lo dicho citando textualmente el párrafo 1639 del Catecismo: "El consentimiento por el que los esposos se dan y se reciben mutuamente es sellado por el mismo Dios (cf Mc 10,9). De su alianza 'nace una institución estable por ordenación divina, también ante la sociedad' (GS 48,1). La alianza de los esposos está integrada en la alianza de Dios con los hombres: 'el auténtico amor conyugal es asumido en el amor divino' (GS 48,2)."
A modo de conclusión
Puesto que en este sacramento Cristo ha hecho suyo el amor con que se aman los esposos, el amor de la esposa al esposo ya no es sólo amor de la esposa al esposo, es también amor de Cristo al esposo en el amor de la esposa. De igual manera, el amor del esposo por la esposa ya no es sólo amor de esposo a la esposa, también es amor de Cristo a la esposa en el amor del esposo.
Al amarse los esposos también se están dado recíprocemente el amor de Cristo. Conscientes de que el amor de Cristo es amor redentor, también se están dando la redención de Cristo. Es perfectamente lógico pensar que acontece lo mismo con el amor de los padres a los hijos.
Página preparada por
Asociación Libro Libre
Apartado 1154-1250. Escazú. Costa Rica. América Central.
E-mail: librolibrecr@gmail.com