Una de las objeciones que se hacía al proyecto de Constitución, presentado a los Estados por los constituyentes, era que "no contiene una declaración de derechos". Se atribuye a Alexander Hamilton la respuesta que El Federalista dio a esta objeción.
Se ha observado acertadamente que las declaraciones de derechos fueron, originalmente, pactos entre los reyes y sus súbditos. Con esos pactos se lograba disminuir las prerrogativas que los monarcas se atribuían a sí mismos y, de alguna manera, se lograba trasladar esas prerrogativas a los súbditos. La Carta Magna, de la historia inglesa, fue un pacto de ese tipo. No está de sobra recordar que los caballeros ingleses, que obtuvieron del Rey Juan la firma de la Carta, estaban con sus espadas y lanzas muy a vista de todos.
Para los autores de El Federalista, incluir en el proyecto de Constitución unos párrafos parecidos a los de la Carta Magna o a los de los otros pactos con sus declaraciones de derechos,
era claramente innecesario, porque el texto de la Constitución da al pueblo de los Estados Unidos todos los poderes y todas la prerrogativas que los reyes tenían antes. Más aún, en solo el primer párrafo hay una declaración de derechos superior a las declaraciones anteriores:
"Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos, con el objeto de asegurar los beneficios de la libertad a nosotros mismos y a nuestros descendientes, estatuimos y sancionamos esta Constitución para los Estados Unidos de América."
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Es peligrosa
¿Por qué y cómo, puede ser peligrosa un declaración de derechos? Un ejemplo ayudará a entender.
¿Para qué declarar que la libertad de prensa no puede ser restringida, si no se ha dado a nadie el poder de restringirla? Pero el asunto es que, además de innecesario es peligroso porque alguien podría ver, en esa declaración, una excusa para reclamar el poder de restringir, poder que pareciera que alguien debe tener.
La declaración de derechos que algunos querían, contendría, de un modo o de otro, declaraciones de excepciones a poderes no concedidos. Los autores de El Federalista consideraban que esos eran los peligros en que caerían si transigían con, lo que llamaban, "el imprudente celo en favor de declaraciones de derechos".