Los Símbolos de la Fe

Los credos son nuestra respuesta a la revelación de Dios. Dios nos revela su Verdad y nosotros, con su gracia, respondemos "creo".

Desde el inicio la Iglesia quiso recoger lo esencial de su fe en resúmenes orgánicos y articulados, destinados sobre todo a los candidatos al bautismo. Se les llama Profesiones de Fe porque resumen la fe de los cristianos. Trambién se les llama Credos porque comienzan con la afirmación "creo". También se les llama Símbolos de la Fe porque la palabra griega symbolon significaba la mitad de un objeto partido que se presentaba como señal de identidad: debía corresponder con la otra mitad. Los Símbolos de la Fe son signos de identificación y de comunión entre los creyentes.

A lo largo de los siglos y respondiendo a las necesidades de las épocas, han sido numerosas las profesiones o símbolos de la fe: los de las antiguas Iglesias apostólicas, el Símbolo Quicumque llamado de San Atanasio, las profesiones de fe de ciertos Concilios o de ciertos papas, como el Credo del Pueblo de Dios de Pablo VI (1968). "Ninguno de los símbolos de las diferentes etapas de la vida de la Iglesia puede ser considerado como superado e inútil Nos ayudan a captar y profundizar hoy la fe de siempre a través de los diversos resúmenes que de ella se han hecho" (Catecismo, n. 193)

De ellos, dos tienen un lugar muy particular en la vida de la Iglesia. El Símbolo de los Apostoles y El Símbolo de Nicea-Constantinopla. El primero es resumen fiel de la fe de los Apóstoles. Es el antiguo símbolo bautismal de la Iglesia de Roma. "Es el símbolo que guarda la Iglesia romana, la que fue sede de Pedro, el primero de los Apóstoles, y a la cual él llevó la doctrina común" (San Ambrosio). El segundo debe su gran autoridad a que es fruto de los dos primeros concilios ecuménicos (325 y 381) y sigue siendo todavía hoy el símbolo común a todas las grandes Iglesia de Oriente y Occidente.